Columna por Pablo Mata Almonacid
Investigador residente CIEP
La ganadería regional está viviendo un proceso de renovación y modernización sin precedentes. Combatir los efectos del cambio climático sobre los ecosistemas locales requiere la adopción de nuevas tecnologías (cero labranza, forestación selectiva, plaguicidas orgánicos, etc), aunque también se generan oportunidades productivas inéditas para el mundo rural.
Paralelamente, la sociedad es cada vez mas exigente con respecto a los estándares productivos ambientales y sociales que está dispuesta a aceptar. Ya no interesa solo la calidad o los precios de los productos, sino que cada vez se tornan más importantes otros atributos como su huella de carbono, la trazabilidad, el bienestar animal o el uso de energías renovables los procesos, (entre otros aspectos).
En Aysén el área dedicada a la ganadería se ha visto reducida paulatinamente debido al cambio de uso de suelo para fines inmobiliarios, la conservación o el turismo. Esta situación, a primera vista negativa para el rubro, trae aparejada la posibilidad de integrar la ganadería con la industria turística. Para lograrlo, los ganaderos deben ser capaces de añadir valor a sus productos por medio de indicaciones geográficas protegidas, certificaciones de calidad e inocuidad y marcas propias. De esta forma la industria del turismo podría ofrecer opciones gastronómicas diferenciadas y con identidad regional.
La mejora genética de los rebaños ovinos y bovinos constituye uno de los pilares fundamentales para construir calidad. Animales que presenten un adecuado potencial reproductivo, rusticidad, longevidad, conversión de alimento en energía, terneza e infiltración, bajo contenido de ácidos grasos insaturados (entre otras características), contribuyen significativamente a mejorar la rentabilidad del negocio ganadero y a avanzar en la construcción de atributos positivos. Técnicas como la inseminación artificial, el trasplante de embriones o la incorporación de reproductores mejorados, son herramientas que deben estar al alcance de los productores y en particular de la agricultura familiar campesina, si se desea integrar el sector a una economía abierta al mundo por medio del turismo.
En este contexto el programa de fomento a la producción ovina que lleva a cabo el INIA regional y los estudios de impactos ambientales del cambio climático en los ecosistemas locales que desarrolla CIEP, se han convertido en herramientas estratégicas para avanzar en la creación una respuesta satisfactoria a la demanda nacional e internacional de carne de alta calidad, trazable y sustentable.