Un equipo de científicos monitoreó durante cinco meses las condiciones ambientales del continente blanco. Con ello, los investigadores buscan obtener un registro continuo de las variaciones entre estaciones, algo que hasta la fecha no se había concretado en época invernal.
Luego de permanecer más de cinco meses en la base antártica Profesor Julio Escudero, el biólogo marino del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh) y del Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP), Emilio Alarcón, regresó al continente americano.
El investigador fue uno de los dos profesionales que participó en la primera Expedición Científica Antártica (ECA) invernal organizada por el Instituto Antártico Chileno (INACH). En la campaña, se dedicó a estudiar las variables ambientales del sistema marino costero del territorio.
“Las ventanas cortas de buenas condiciones para monitorear el mar costero fueron un desafío, el viento y el frio eran factores determinantes al momento de coordinar el muestreo. Durante este periodo continuamos monitoreando los parámetros fisicoquímicos y biológicos de la superficie del mar en la bahía Fildes, isla Rey Jorge. Esto nos servirá para contrastar la información que teníamos durante las expediciones de verano y tener un panorama completo de cómo varía entre estaciones del año”, explicó Alarcón.
Obtener datos durante el invierno no fue una tarea simple. Además de la falta de luz, con ventanas de solo cinco horas, los investigadores se vieron expuestos a las condiciones meteorológicas propias de la época. “Los terrenos siempre han sido un desafío, sobre todo en la Antártica, un lugar aislado, frío y donde hay mucho viento. Definitivamente esta expedición fue más difícil que las campañas de verano; en diversas ocasiones no sabíamos si podríamos seguir con el muestreo. Sin embargo, como científico el ampliar mi conocimiento de lugares tan inhóspitos como la antártica, el aprendizaje de la flora y fauna de este lugar fue algo espectacular”, afirmó Emilio Alarcón.
“Como persona, sin duda tuve que poner a prueba mi temple para estar aislado en condiciones tan extremas. Sin embargo, el hecho de estar en un lugar tan único, de difícil acceso y tan poco estudiado fueron de los motivos para poder estar allí”. Para este joven investigador, quien se vio enfrentado a un largo aislamiento, con muy pocas horas de luz y compartiendo el campamento día a día con personas desconocidas hasta entonces, era muy importante enfocarse en el trabajo y sus objetivos. Según nos relata dependía de las condiciones climáticas del exterior. “Si estaba malo para salir, entonces mi tarea era estar frente al ordenador trabajando en la data científica anterior o la recolectada durante la campaña. Si estaba bueno afuera, entonces se coordinada para la colección de muestras de agua superficial del mar costero de la bahía. En mi caso, siempre hubo algo que hacer, creo que eso fue muy importante para poder estar tanto tiempo en aquel sitio”.
Durante su estadía en el continente blanco, el investigador pudo observar algunas particularidades. “Este invierno en la zona norte de la península Antártica fue bastante anómalo: las temperaturas atmosféricas fueron relativamente cálidas, cercana a los cero grados”, aseguró. “Esto fue lo que más llamó mi atención. Y luego, mientras nos adentrábamos más y más al invierno, mi atención fue enfocada al congelamiento del mar, que ocurrió solo parcialmente en tiempo y espacio, a diferencia de inviernos anteriores. Ahora nos quedará tratar de estudiar la ausencia de este fenómeno en invierno y sus implicancias en la primavera-verano que se nos viene, donde también participaremos activamente”.
Los datos recopilados por el biólogo marino durante esta campaña están siendo analizados en laboratorio. “Por primera vez pudimos monitorear durante estas fechas el mundo microscópico que se encuentra en el mar. Eso será una buena línea base para evaluar cómo seguirán los inviernos en un lugar altamente sensible a los cambios atmosféricos y marinos”, explicó Alarcón.
Sin embargo, no todo era trabajo, quienes habitaron durante esta época el campamento antártico chileno, también se daban momentos de distracción, sumamente necesarios. “Una de las anécdotas que recuerdo fue mi participación en una competencia de trineos, donde yo fui el piloto personificando a Meteoro, ¡y ganamos! Posterior a eso se celebró con unos chapuzones en la nieve, a lo que obviamente me sumé y fue muy entretenido”. El investigador evaluó positivamente esta campaña otoño-invierno y destacó la oportunidad de poder estudiar y registrar in situ un lugar geográficamente difícil para el estudio de la ciencia, gracias al trabajo logístico entre INACh, la Fuerza Aérea de Chile (FACh), la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC) y la Armada de Chile en el continente blanco.